Los Soprano: fundido en negro
El final de la serie de los Soprano, como dice Carlos Boyero en El País, deja fría o desconcertado gran parte del público, coincido en que fue una serie muy cinematográfica, una magistral película de más de 4.300 minutos.
Cualquier personaje es sumamente poliédrico, y todos tenemos alguno favorito dentro en una de las dos familias Soprano, la biológica o la del crimen. Yo simpaticé con Steven Van Zandt (Silvio Dante en la ficción) por eso de ser de la banda del Boss , por el excéntrico tupé y esa expresión cínica, introvertida y calculadora, tan lejos de la cólera del resto de los hombres de acción.
El final trágico no me ha sorprendido. Comienza con toda una imparable mala racha del cabeza de la familia: fracaso para depararles un futuro a los hijos fuera del entorno de la mafia, perdida de sicarios y parientes más cercanos, la humillación de tener que colaborar con el FBI para protegerse de su propia actividad criminal, un juicio que hace casi inevitable el paso por prisión, y por si fuera poco, el abandono de la terapeuta que le ayuda con sus ataques de pánico; por último, el factor del desenlace, la guerra entre clanes mafiosos, víctimas de su bestial ambición y crueldad.
En los cuatro último minutos vemos por primera vez dos secuencias que van intercalando desde un punto de vista desconocido y enigmático: las intrascendentes maniobras de Meadow Soprano para aparcar el auto frente al restaurante de comida rápida, donde le espera la familia escuchando música y comiendo aros de cebolla; que a su vez son observados junto a otros personajes que se mueven sospechosamente hasta la entrada en el restaurante, que es el momento del brusco fundido en negro final.
No fue posible esa chispa de humor negro que acompañó minutos antes la muerte Phil Leotardo (jefe de la vecina familia rival de New York), porque se trata de la familia unida la que va a ser asesinada cuando se sabe que sólo se tiene así misma. Atrás quedaron los recelos de su mujer y sus dos hijos que en algún momento cuestionaron la licitud de su fortuna, mientras suena Dont stop believing.
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