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Punto de fuga digital

Marcos Ana: cárcel, poesía, libertad y cine.

 



Estoy leyendo la biografía de Marcos Ana "Decidme como es un árbol " que soportó 23 años de cárcel, desde la Guerra Civil hasta 1961, prologado nada menos que por Saramago. Lo conocí hace años, durante una lectura de poemas en un acto político allá por 1979 y me sorprendió que combatiera desde la sensibilidad y no desde la palabra dura grandilocuente.

Conocí el libro por El País, que le dedicó un reportaje. De él dice Pedro Alomodovar que "representa el mejor modelo de reconciliación, una asignatura que cada década parece más pendiente en nuestro país" y ha adquirido los derechos para llevarla la biografía al cine. Pedro Almodovar ha escrito que "Su libro de memorias Decidme cómo es un árbol contiene en todos sus capítulos material cinematográfico de primer orden. Da para varias películas, muy distintas y de diversos géneros". Una de las historias la desvela Almodovar en un artículo.

Elijo otra  para publicar en este post:

"Aparte de la comunicación con las familias, en esa época surgieron las denominadas «madrinas» de los presos que jugaron en las cárceles un importante papel, aliviaron la vida y despertaban muchas ilusiones, sobre todo en los más jóvenes. En general, eran muchachas conocidas de la propia familia, vecinas o parientes de otros presos. En muchos casos y a través de una correspondencia que se iba caldeando poco a poco, pasaban de madrinas a novias y algunos se casaron con ellas al salir en libertad. En cualquier caso se desarrollaba una bella amistad, balsámica y creativa.

En tantos años de cárcel yo tuve varias madrinas, una de Estados Unidos, hija de un combatiente de las Brigadas Internacionales. Otra, en Méjico, cuya hermosa historia me ha recordado su hijo en estos días enviándome algunas de las cartas que desde la prisión mandé a su madre.
En los últimos años, una escandinava, a quien me gustaba llamar Solweig, como el «Hada maravillosa de las nieves perversas» que ofrecía su corazón en llamas a los caminantes perdidos de las leyendas nórdicas.
Cuando salí en libertad la visité un día en la ciudad universitaria de Lund con motivo de una gira por Suecia. Fue un encuentro muy emotivo y sorprendente: Solweig era ciega de nacimiento, lo que nunca me había confesado. Esa circunstancia me llenó de ternura. Me atrapó su viva ciudad y la generosidad de su corazón. No daba sensación de fragilidad. A pesar de su invidencia era muy activa.
Colaboraba en aquellos años en los comités de ayuda a España y Vietnam. Hablaba lentamente, como si su palabra también se moviera a tientas. Pero se concentraba para retenerlo todo, apresándolo, como si quisiera dibujar y dar forma en su interior a lo que escuchaba. Me preguntaba sin cesar, deslizaba sus manos delicadas y sensibles por mi rostro para conocer mis rasgos por el tacto, se detenía en mi frente, en mi nariz, en mis labios... y yo cerraba los ojos para compartir con ella la cerrada, y a la vez luminosa,oscuridad de su vida"
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4 comentarios

maría jesús lamora -

Sugerente el título del libro.
Gracias por compartirlo.
Saludos

Miguel -

Gracias, Arroyo, de poemas es maestro tu blog.

A.J.Arroyo -

Me encanto el post y el poema. Un saludo

gregorio -

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